Rock Al Parque día 2: Una mancha de sangre en tu smoking blanco

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Me levanto cansado. No. “Cansado” no es la palabra. Más bien herido, o magullado, mejor. Esa es la palabra, “magullado”. Al menos, eso es lo que recuerdo. Siento pequeños hematomas por todo el cuerpo. Ese dolor ligero, pero molesto. En este estado, en cualquier momento, uno puede quebrarse por un mal movimiento. Me miro los brazos. Tengo pequeñas manchas moradas. Pequeñas, sí, pero varias. Por todo el brazo. Por los dos brazos, y también por las piernas y el pecho.

Entonces recuerdo un grito. El cantante de Odio a Botero, René Segura, grita por el micrófono “saquen sus navajas”. Nadie lo sigue de forma literal, pero en el ambiente se siente algo que explota. Las navajas son las mismas personas que bailan. El ambiente se pone caliente. De verás caliente, no metafóricamente. Todo el mundo suda y hay sangre. Y comienzan los golpes. Y las patadas. El pogo ha empezado.

No se necesita explicar mucho del pogo. Es un baile desordenado en el que los participantes se pegan y saltan y corren azarosamente. Tampoco voy a decir del pogo algo que no es, diciendo que su violencia y su desorden representan la rebeldía del rock. Esto es mentira, sobre todo actualmente. El rock, para estas alturas, no es un movimiento rebelde. Es, de hecho, un conjunto de prácticas y movimientos bastante organizados, que dan unas cifras económicas altas a las disqueras.

Sin embargo, la asociación del rock con  la violencia es un tema importante. Culturalmente el rock es violento. Familiares me preguntan todo el tiempo si no hay muchas peleas en Rock al Parque, e incluso en otros momentos me preguntan si en el festival hay aparato policial. La respuesta es: “Claro que sí. De hecho hay mucha policía. Todo el tiempo… no sé si ha quedado claro, pero es uno de los festivales en los que hay más policía”. El año pasado, para ser más precisos, trabajaron más de 5 mil policías en la organización del evento. Respecto a la otra pregunta. “Sí, hay peleas, pero tantas como en un concierto de otro género popular, como en uno de J Balvin, o de Silvetre Dangond”. Sin embargo, nos parece que la violencia es inseparable del rock, y si uno ve vídeos como el “My way” de Sid Vicious la imagen se vuelve clásica, elegante; como una violencia sofisticada. En el video vemos un teatro hecho para espectáculos de Broadway. Los asistentes son hombres y mujeres elegantes, de los 40 años para arriba. Sid Vicious sale con un smoking blanco a cantar. Desafinado y acompañado de guitarras distorsionadas canta la canción, que es un cover de Sinatra. En el público las mujeres sonríen y los hombres aplauden suavemente. Al final de la canción Vicious saca una pistola y le dispara a los que ven el concierto. El smoking blanco queda salpicado de sangre.

El pogo es, claramente, un tipo de baile violento, que está en el límite preciso entre el ballet y la pelea. Su violencia, que es la del rock, sin embargo, no va dirigida a un solo individuo, como en el boxeo. El contrincante en el pogo está difuminado. No existe. Sólo hay golpes y violencia, pero no contra nadie en específico. Es contra cualquiera, es, por supuesto, contra lo que se presente.

Ahora, en general se trata de violencia pacífica, o algo así… quiero decir que no hay demasiados daños, sin contar alguna boca rota y los acostumbrados morados. Mis acostumbrados morados. El rock son esos morados, simplemente.

Sin embargo, hay algunos casos en los que los conciertos de rock han generado muertos o heridas graves en los asistentes:

  1. El 30 de Junio del 2000 un concierto de Pearl Jam, en el Roskilde Festival de Dinamarca, terminó trágicamente. El pogo empezó y todo el mundo estaba emocionado. O debía estarlo. El grupo es una de las leyendas del rock contemporáneo, con shows famosos por su dinamismo. El número de asistentes era de 50.000 personas. La aglomeración hizo que el público se fuera hacía adelante, presionando a parte de los espectadores de la primera fila hacía las placas de separación. Nueve personas fueron tiradas al piso, aplastadas y sofocadas hasta la muerte. El grupo dejó de tocar y, adicionalmente, abandonó la gira de la que hacía parte el concierto. Posteriormente se intentó culpar a la banda por las nueve muertes.
  2. En el 2010 un parapléjico disfrutaba de un concierto de AC/DC en Australia. Uno de sus amigos, emocionado por el concierto, accionó la palanca de su silla de ruedas. La silla se encaminó al pogo, donde todo se descontroló. El parapléjico terminó con un pedazo de metal incrustado en el ojo.
  3. En un concierto en 2003 del grupo de Black Metal Mayhem, en Noruega, un integrante de la banda lanzó el cráneo de una oveja al público. El cráneo acabó chocando contra el cráneo de uno de los asistentes.
  4. En el año 2007 la banda peruana de punk, Narcosis, hizo una pequeña gira por Colombia y Perú. El concierto en Medellín fue realizado en un local  demasiado pequeño. El dueño del sitio decidió cambiar el lugar del concierto. A los asistentes no les gustó mucho la idea y empezaron a protestar. La policía se acercó al local y comenzó a pelear contra el público. Un joven de 15 años murió por una lesión en el cerebro por una canica incrustada en la cabeza.

Lo que estos cuatro ejemplos tienen en común es una falta de sentido común de parte de los organizadores y de las bandas. Sería una buena metáfora de lo que pasa actualmente en el rock. Las bandas nos tiran cráneos a la cabeza y nos dejan, mínimo, con una contusión. Ya no se trata de una especie de armonía idílica entre público y banda. El rock nos quiere matar, al parecer. La violencia (la verdadera violencia del rock) es la que inflinge la banda y la industria contra los espectadores. Sid Vicious dispara a todo el público, sin ningún miramiento. Su violencia no es hacia alguien en particular, sino en contra de cualquiera que lo vea tocar.

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