El festival de Cannes es todo lo que dicen que es: prepotente, snob, y caro…, muy caro. Tuvimos la oportunidad de ir y de tener acreditaciones, pero eso sí, si alguna vez se quieren acreditar, asegúrense de qué acreditación tienen. En Cannes hay básicamente dos tipos de acreditación: la de cinéfilos y la de profesionales. La primera es una excelente opción para quienes quieren ver cine, pero las salas a las que tendrán que asistir nada tienen que ver con las salas frente al puerto que salen en las fotos. Están bien alejadas, en un pueblo a 5 kilómetros de la sede principal aparentemente para que la gente “normal” no se codee con la gente “famosa”. La otra acreditación es la que reciben las personas que están en el sector o industria cinematográfica, sin embargo es muy importante demostrar la experiencia para poder adquirir estas acreditaciones. Si usted, además, no es alguien muy importante en el sector, sólo puede entrar a ciertas funciones porque las premier y demás están reservadas para las “caras bonitas” de la escena francesa. En algunas funciones, incluso, se especifica en la invitación el uso de traje para poder acceder.
En resumen, es realmente snob el asunto. Las personas normales de la ciudad usualmente van a las salas apartadas donde es mucho más divertido hablar con los franceses de la zona que estar al lado de los franceses estirados del norte que se dedican al cine. Sin embargo en la salida de la sede principal es típico encontrar chicas jóvenes vestidas muy elegantemente pidiendo invitaciones para funciones importantes. Algunas incluso se paran con un aviso que dice “Cambio abrazos por entradas”. Si quieren imaginarse que ofrecerían algo más, siéntanse tranquilos, nosotros también lo hicimos. 
Cannes por su parte no es nada diferente. Carros lujosos (y cuando digo lujosos, de verdad digo lujosos) pasan frente a la playa por vías donde no cabe un alma más. Cannes tiene aproximadamente 2 calles de ancho y 8 de largo, así que todos los niños ricos de hollywood llegan en Ferrari, Mazzeratti, etc. y hacen trancones en la única vía principal como parte de la diversión de mostrarse al público. Insisto, es una pretención total.
Por lo demás disfrutar del festival es imporantísimo. Ver cine todo el día, por lo menos para mi, es una actividad que nunca que me encanta. Sin embargo nosotros tuvimos la suerte de llegar a un pueblo a 30 kilómetros de Cannes llamado Fayence. Un lugar que realmente refleja los placeres “bucólicos” de La Provence y donde se puede disfrutar un poco del campo, lagos, y otros espacios mucho más tranquilos que el ruido y lujo agobiante de la famosa capital del cine.