El mundo del entretenimiento ha cambiado, eso ya no es ninguna sorpresa ni primicia. Para muchos sensacionalistas, sin embargo, el mercado ha ganado una terrible desventaja a través del consumo de cultura online, pero lo cierto es que las personas siguen asistiendo a conciertos, festivales, y compran música y cine.
El 30% de la población colombiana reconoce haber asistido a algún concierto, festival o evento de música, de manera que el mercado es grande y bastante inexplorado. En otros países la industria del entretenimiento ha encontrado en los festivales de música, cine, teatro y otras expresiones artísticas un lugar para generar más ganancias a los productos culturales.
En Colombia cada vez aparecen más festivales que buscan aprovechar este nuevo espacio mercantil y, sin embargo, se quedan en el festival como una definición de “espacio mercantil”.
Los festivales nacieron con un objetivo principal: comunicar. Dentro de la cadena de valor de la industria los festivales buscaban ser un eslabón de mercadeo muy importante donde el público general y el “educado” (y por educado me refiero a la gente del medio que debe conocer muy bien los productos más que en un público mamerto y criticón que poco o nada nos interesa) puede conocer nuevos productos. Antes era suficiente con tener un escenario, una pantalla o una galería. Sin embargo el negocio se ha vuelto cada vez más complicado y eso hace que los festivales necesiten más estrategias para comunicar a sus artistas.
Probablemente el único festival que lo ha logrado en nuestro país es el FICCI, que gracias a sus talleres de producción, de pitch y espacios de intercambio han logrado promover la industria cinematográfica del país. En la música estamos en otro nivel, desafortunadamente. El pasado Festival Centro es un buen ejemplo de promocionar artistas desconocidos, algo así como la idea original de Rock al Parque, pero con el resto de eventos nos quedamos, o me quedo yo por lo menos, bastante desilusionado.
En festivales internacionales se arman ruedas de negocio, ferias comerciales, conferencias, clases magistrales y otros eventos que promueven la industria y que permiten que artistas conozcan productores, que promotores internacionales conozcan talento local y que, finalmente, la rentabilidad del negocio no sólo se quede en el dinero sino en la posibilidad de continuar explotando un producto que no puede ser mediático: el arte.
Ahora que comenzamos el año y reviso los festivales y conciertos que se organizarán este año, me sorprende la baja cuota de artistas locales que acompañan los carteles y la tristeza que da pensar que los nuevos espacios en donde los artistas distritales pueden darse a conocer a la industria internacional son mínimos. Muchos se defenderán diciendo que todos los festivales tienen artistas nacionales, pero ¿qué oportunidad les dan para que conozcan productores que puedan interesarse en promover su producto?
Forografía: Daniel Cortázar y Laura Torres