Después de nuestro desastroso día de trenes belgas que disfrutamos con papas de Mouscron, debíamos encontrarnos en Bruselas con uno de nuestros contactos de Couchsurfing que sería nuestro “host” en esta ciudad. En la mañana del día indicado no pudimos encontrarnos así que ese día recorrimos Bruselas a pie, aguantando frío de un invierno que no quería terminar y con las maletas al hombro. No es la mejor manera de disfrutar de Bruselas porque es una ciudad con muchos monumentos y museos pr visitar, así que vale la pena ir un poco más ligero y con más tiempo.
Alain, nuestro anfitrión, resultó ser un hombre de unos 60 años, biólogo celular que en las tardes se reunía con sus amigos en un bar a jugar pool. Pues nuestro plan de la tarde fue tomar cerveza belga, jugar pool y hablar con los lugareños belgas amigos de este hombre. Excelente plan hasta que por mi culpa perdimos la partida y tuvimos que pagar la mesa y salir corriendo porque Alain quería ir a cenar. Fuímos a comprar la comida, un salmón con puré de papa con espinaca, delicioso, pero costoso (y claro, nosotros los huéspedes, teníamos que invitar).
En la mañana intento convencernos de visitar algunos de los museos de Bruselas, pero nuestro presupuesto no alcanzaba y además nevaba sin parar. Eran las 10am y no habíamos salido del pueblo a las afueras de la capital Belga, así que tuvimos que decidir continuar nuestro camino hacia Maastricht.
Toda esta anécdota la puedo resumir en un punto: Hacer couchsurfing no se trata de ahorrar dinero, sino de compartir y conocer a la gente de los lugares que uno visita. Así que si sus intenciones son las de usar esta plataforma tengan muy en cuenta de qué se trata y denle más tiempo al lugar que pretendan visitar usándola.