Si piensan ir hasta Bélgica (que es el destino natural a seguir después de Francia para casi cualquier tour) les dejo dos recomendaciones: 1. Visiten el pueblo fronterizo francés Lille, 2. Tengan cuidado con los trenes en Bélgica.
Estar en Lille es casi como recordar lo poco que le enseñan a uno sobre la revolución francesa a través de monumentos y edificios napoleónicos mezclados con recuerdos de los soldados muertos en la segunda guerra mundial. Es un lugar que los franceses han dedicado a recordar lo salvajes que son los europeos tanto en el sentido violento como en el sentido arquitectónico, y claro tiene mucho sentido por ser una ciudad frontera entre las constantes enfrentaciones entre alemanes (austriacos más bien) y franceses. Cuando digo que es un lugar napoleónico lo digo también porque para ser un pueblo fronterizo les sorprenderán la cantidad de grandes edificios que le dan una vida al centro con un aire majestuoso. La Ópera es un edificio gigantesco y bastante lindo, pero no se le quedan atrás el Ayuntamiento y El Palacio de Bellas Artes. La razón por la que le dan tanta importancia hoy en día a la ciudad, es precisamente su cercanía con países como Bélgica, Holanda, Alemania e Inglaterra y por eso la han convertido en un lugar diplomático. Eso si, la ciudad no olvida su influencia flamenca y sus anteriores ataques bélicos.
Salir de ahí a Bélgica es muy fácil, pero si quieren que sea de verdad simple busquen siempre tomar los trenes rápidos, ya sea para atravesar directo hasta Holanda o para llegar a Bruselas. El país flamenco es un lugar muy amable, es como una esquina de tranquilidad y de sonrisas en medio de europeos norteños estirados y mal mirados, pero tiene un terrible problema del que ellos también se quejan: su sistema de transporte ferroviario. Los trenes son una maldición y para que entiendan un poco porqué lo digo, lo contaré con nuestra anécdota.
Gracias al desastroso sistema logramos conocer en una tarde 3 pueblos: Tournai, Mouscron y Leuze. La idea era atravesar directo hasta Maastricht, la ciudad más al sur de Holanda, pero en Bélgica todos los trenes pasan por Bruselas que queda en el centro del país porque por alguna razón que nadie entiende, los belgas creen que un sistema de transporte centralizado es una buena idea. Para eso, tratando de tomar trenes baratos, teníamos que tomar un tren hasta Tournai y de ahí uno hasta Bruselas. Al llegar a Tournai revisamos la salida del siguiente tren y dado que teníamos tiempo salimos a recorrer el pueblo que es muy recomendado para quienes tengan bastante tiempo, pues tiene unos buenos edificios medievales por visitar. Al regresar a la estación vimos que el tren ya estaba en el andén indicado así que subimos, pero el tren comenzó a andar varios minutos antes de lo indicado sin anunciar paradas ni destino ni absolutamente nada (aunque en los avisos decía que era el tren que salía para Bruselas), así que cuando nos dimos cuenta estábamos de regreso a Lille. En la siguiente estación, Mouscron, bastante confundidos, bajamos esperando lo peor. Preguntamos a la señorita de la ventanilla, que muy amablemente (algo que en otro país probablemente no habría pasado, vale aclarar) nos indicó que lo mejor era tomar el siguiente tren hasta Leuze y de ahí salir para Bruselas. Para el tren debíamos esperar 30 minutos así que salimos en búsqueda de comida. Esta parte sí que es importante: En Mouscron tienen que probar las papas fritas del local frente a la estación, son las mejores que he probado en mi vida y las raciones son animales.
Finalmente, después de las mil paradas llegamos a Bruselas, donde es importante aclarar que todos los trenes paran en las tres únicas estaciones de tren de Bruselas, así que al llegar asegúrense a que zona de la ciudad deben llegar: sur, centro o norte, de eso dependerá la estación en la que deben bajar y vale la pena llegar a la que es porque cada una es más desastros a que la anterior así que perderse dentro de estas estaciones es una odisea que no le recomiendo a nadie, pero esa es otra historia que contaremos después.
Fotos de Bélgica: Jean-Pol Grandmont