Con la aparición de buscadores como Google el tema del acceso a la información cambió radicalmente y hoy en día existe una extensísima lucha entre la idea de recopilar la memoria de todos los humanos en un solo cerebro mundial y quienes defienden una postura de protección de derechos de autor. Este es precisamente el tema que toca el último documental de Ben Lewis “Google and the world brain” con respecto al proyecto Google Books, pero además de esta discusión específica, este tema nos lleva también a pensar en algo nuevo: la construcción de la memoria hoy en día. Para muchos la tecnología ha atrofiado nuestro cerebro y el hecho de poder acceder a todo tipo de información nos ha llevado a ser perezosos y olvidar muchos datos que años atrás eran esenciales para definir el nivel intelectual de una persona. Hoy en día, en cambio, se considera más importante tener habilidades prácticas y la capacidad de encontrar la información ágilmente que saber la información.
A esto Daniel Wegner llamó en 1985 Memoria Transactiva que consiste en la combinación de las memorias de un grupo de personas de manera que cada individuo se especializa en una parte de la información. Hoy en día se le llama cibermente donde la transacción no se hace entre un grupo de investigadores sino entre un individuo y la información que puede almacenar en un computador o encontrar en Internet. Desafortunadamente los experimentos que se han hecho hasta el momento demuestran que un grupo de personas sometidas a una información no la recuerdan si están seguros que podrán consultarla después.
Sinceramente considero que esto nos vuelve más brutos y que además es la razón para que nos llenemos de excusas baratas para llamarnos una generación “nostálgica” y llena de modas hippster. Añoramos constantemente ese pasado desconectado de la memoria mundial y de la comunicación constante con los demás y de la falta de esfuerzo para aprender cosas y contactar a los demás. Precisamente de la mayoría de grupos en Facebook más exitosos (con más seguidores) creados por personas entre 25 y 40 años un 80% se refieren a recuerdos del pasado o de “lo que fuimos” como lo llama el sociólogo Victor Gil.
Eso, en vez de hacernos revivir el pasado tal y como fue, nos lleva a querer recordarlo constantemente a través de Internet. Eso, además, nos incita aún más a estar conectados todo el tiempo (aparte de las razones más evidentes).
En mi experiencia viviendo lejos de Bogotá eso me lleva constantemente a recordar más seguido todas esas cosas que extraño de Colombia y a añorarlas aún más de lo que normalmente lo haría. Por eso les haré esta lista de recomendaciones por si alguna vez se ven envueltos en una situación de lejanía constante que les haga extrañar los deliciosos trancones de la ciudad, el buen olor matutino de un tamal, o el saludo cordial del “vecino” de la tienda.
- Consígase un mal celular que lo mantenga alejado de las redes sociales o déjese robar en su nuevo lugar (es más fácil de lo que se imagina).
- Asegúrese de conseguir un amigo colombiano (sólo uno porque si no terminará envuelto en una comunidad de colombianos extranjeros que no le agradarán mucho).
- A ese amigo colombiano háblele lo más “ñero” posible.
- Aprenda a hacer arepas y guiso… y pataconas…, y ajiaco…, si, pásese por la casa de su mamá, abuela o tía y pídale que le enseñe a cocinar algo más que un sánduche.
- Encuentre una tienda colombiana cerca a su destino, están por todos lados, según Pirry hasta en el Sahara hay un paisa.
- Cargue café en su viaje, mucho café.
- Aprenda a valorar un buen trancón.
- No se vuelva a burlar de los tamales enlatados o lechonas enlatadas, podrán llegar a ser la salvación a su “nostalgia”.
- No le de miedo pagar por un tamal 8 euros, por una almojábana 2, una bandeja paisa 10, un ajiaco 15 o por una avena 5 (y acá es donde debería poner una carita triste para hacer el artículo un poco más amable, moderno y cercano al lector, ¿no?).