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El buen Bukowski

charles

 Por: Álvaro Carrillo 

No sé si estoy cansado o intrigado cada vez que abro mi Facebook y veo algo de Bukowski. Palabras más, palabras menos: el clichesudo y pomposo find what you love and let it kill you posteado todos los días por alguien me terminó persuadiendo de volver a leerlo luego de años. No tenía muy claro si lo quería o si lo odiaba. Era hora de aclarar mis sentimientos.

Lo leí por primera vez a los 15 o 16 años. La edad para hacerlo. La adolescencia a punto de brotar, el caos a punto de estallar, las fantasías eróticas que llegan sin mucho esfuerzo… El cartero fue lo primero que leí. Y claro: un trabajador rebelde que es demasiado astuto, que bebe de día y de noche y que folla con toda mujer que se le pone al frente, es una imagen inspiradora para un ser infestado de testosterona. Uno quiere hacer todo lo que ese man hacía. Yo era muy joven para entender que de eso no trata la novela. O, pues, mejor: sí, de eso trata la novela. Es más, de eso trata la obra de Bukowski: borracheras, sexo, astucia y arrepentimiento tardío.

Mujeres, el Factótum… pasa lo mismo. Distintos momentos de la vida de Bukowski/Chinaski, pero la historia igual: hay una mujer, el chico toma mucho, se pelea con la mujer, aparece otra, folla con la otra, vuelve con la primera mujer, pelean de nuevo, folla con la otra o con una nueva otra -o con ambas-, otro intento de cambiar y, al final, luego de que ese ciclo se repite varias veces, arrepentimiento real… pero ya es tarde para arreglar las cosas. Terminan mal. Como siempre, siempre y, como siempre, tarde.

Cuando uno se encanta con las aventuras de Bukowski… se lo devora. Escribió varios cuentos. Muchas narraciones de escenas sexuales explícitas. Algunos graciosos donde un borracho hace algo en plena faena como orinarse en alguien o algo así. Otros más violentos que llegan a ser historias de un borracho violando a una niña, o sea, la humillación sexual por excelencia. Otros de sexo de despecho, otros con fetiches…. Palabras más, palabras menos: pornografía literaria. Erotismo puro y duro. A veces violento. Logra hacer notar lo aburrida y mecánica que es la industria pornográfica. Luego de leer Bukowski, en especial las cosas no tan conocidas de él, la televisión nocturna no vuelve a tener gracia.

Todo hombre y toda mujer tiene una época en la que se descualquiera. Meses donde bebe por montones, rompe corazones, está con alguien sin compromiso y, en el mejor de los casos, tiene “arrocitos en bajo” por si la relación no-seria termina aburriendo o por el simple hecho de que se siente tan solo que con una persona no basta (cosa que indica, por supuesto, que uno está con alguien que no vale la pena). Épocas donde el proyecto a más largo plazo es la fiesta del viernes. Es el cliché de la adolescencia, querido lector, no se mienta. Y si no ha tenido esa época, tranquilo: le va a llegar.

El caso: la gracia de leer Bukowski en la adolescencia es precisamente que sirve como inspiración en ese desorden hormonal en el que uno está sumergido. Chinaski, el alter ego de Bukowski, es el eterno adolescente atormentado. El descualquieramiento extremo. Esa, creo yo, es la gracia de leer Bukowski cuando uno es [más] joven y bello. Y no es una bobada. Todo lo contrario. Leer ese tipo de cosas durante esa edad es de las mejores cosas que a uno le pueden pasar. Da ideas para vivir.

Luego viene otra época en la vida y uno busca dejar atrás un poco el caos. Más si lo vivió bien. Ya bebió, ya folló, ya sabe lo que es presentar un parcial con resaca, ya rompió algunos corazones… ya se tienen pecados encima, ahora intente dejarlos atrás… y poco a poco van quedando atrás los libros de Bukowski. Simplemente pierden su encanto. Hace un par de años me dio por sacar el Factótum de la biblioteca, leí unas 30 páginas y lo cerré. Ya no era como antes. Leerlo me generaba repulsión. La rutina de querer salir de la rutina. El montón de los quieren no ser del montón. El cambio de perspectivas a lo largo de la vida es normal. Es más, es necesario. Más para un lector. Por eso es que uno, aunque lee muchas cosas, siempre vuelve a re-leer algunos tesoros y los lee de una manera diferente.

Re-leer Bukowski es una de las experiencias más extrañas que he tenido. Tuve cerca un libro de él desde algunos años antes de salir del colegio hasta el primero o segundo de Universidad. Luego, cierto afán de hacer cosas menos banales… prefería ahorrar lo que se iba en bares o en alcohol y algo de comida enlatada para un fin de semana de paseo con amigos. Mejor un viaje más largo y que fuera a un sitio más allá de Melgar. Senderismo. Buenos conciertos. Buenas comidas. Cosas que a uno le dolían pagar antes. Uno  empieza a cogerle gusto a las cosas simples. Esas que no necesitan tanto alboroto ni planificación. Y, paradójicamente, hay que aceptarlo, no hay algo más planificado y rutinario que una vida caótica.

Voy a ponerme serio y, sin dar más vueltas, tengo que decir que logré leer Bukowski con otros ojos. Con el tiempo uno coge mañas para leer y, la primera y más común, es leer algo sobre el autor a la vez que se leen sus cosas. A los 15 años, no se hace eso. ¿Por qué hacerlo?: todo autor pone algo de su vida en sus escritos. Sin anécdotas que contar, la tinta se queda en eso: en tinta. A mí lo que me gusta es cuando la tinta es sangre, cuando es vida. Y escribir de esa manera es un don que hay que merecer. Y Bukowski lo mereció.

Resumen burdo e irresponsable de Bukowski: sexo en todas sus variantes; alcohol de día y de noche. Si la cosa es tan sencilla y se toma en serio eso de que el escritor pone siempre algo de sí en sus escritos, tener una buena imagen de Bukowski es imposible. La verdad es que nunca se sabrá a ciencia cierta qué es autobiográfico y qué no. De todo lo que se puede llegar a imaginar de Bukowski, lo único aparentemente cierto y verificable es que fue un amante del alcohol y que, para descargar la poca/mucha ira que tenía contra el mundo, se iba a buscar peleas. Y eso no es un pecado. De hecho, suena hasta sano.

Al leer algunas cosas que han salido sobre la vida de este gran hombre, por fin aclaré mis sentimientos. Gran parte de las cosas que escribió, no las quería escribir. Confiesa en su correspondencia la presión que ejercían sus lectores sobre él. Las ansias de escenas de morbo, vómito y sabanas sucias que Bukowski escribió una y mil veces, fueron, desde un momento, sólo un compromiso para mantenerse vivo como escritor. Las escribió porque eran lo que la gente quería leer. “Porque la gente es idiota”, dice en una de sus cartas. Lo que escribió es para que no le hagan caso. Ese es su gran mensaje: que no lo tomen en serio. Que no la caguen como sus personajes. “No hay algo que me moleste más que las figuras del bad boy y la bad girl. Son los idiotas idealizados”.

Los que lo conocieron dicen que fue un hombre tímido, inteligente, sarcástico -como todo hombre de letras cuando coge confianza-, pero, lo más importante, dicen que no fue como sus personajes. Si se peleaba con su mujer, cogía un carro, se emborrachaba, dejaba que las aguas se calmaran y arreglaba las cosas. “Huir y meterse con otra es de cobardes. Uno es valiente cuando aclara su cabeza, la inunda con cerveza y la destruye. Sólo ahí se sabe qué es lo que se quiere. Uno se tiene que destruir solo. Siempre solo. Uno vuelve siempre a lo bueno”.

“Las mujeres que les gusta que las traten mal son las que merecen un Chinaski. Justo esas que no creen merecerlo. Las que no se respetan son las que hacen que el mundo esté lleno de ellos, de hombres que les sonríen y las invitan a almorzar sólo para quitarles las bragas. Las que beben del primer vaso de agua que se les aparece. Las que no saben estar solas. Ellas piensan que están aprovechándose, pero la verdad es que el hombre es el que se aprovecha de ellas. Un día se despiertan, se dan cuenta que no son felices y que ya es tarde. Ya hay mucha mierda. Y es ahí donde la cobarde se vuelve cobarde y orgullosa o se vuelve valiente. Ahí se decide la vida. Los hombres somos más sencillos: whiskey o amor. Yo decidí por el whiskey. A veces me pregunto qué hubiese sido de mí si hubiese tomado la decisión correcta”.

Por eso amo a Bukowski. Porque escondió lo que quería decir. Por su intriga por la psicología femenina y masculina. Porque logró volverla un problema existencial. Además, un hombre que manda a poner en su lápida Don´t try es un hombre que merece atención. Es la fórmula nietzscheana par excellence: no intente, haga. Corra el riesgo. Deje de ser idiota. Deje de ser tan humano. Sea más que eso. ¿Cómo puede uno no querer a alguien así?

P.d. tengo que admitir, como propaganda inútil a un difunto, que ahora que volví a leer algunas cosas, creo que lo que más me gusta de Bukowski es su poesía. Deja atrás algunas cosas que sobreabundan en su obra. En especial “Días de navajas, noches llenas de ratas”. Pásese por Google, querido lector. Gran parte de la obra de Bukowski se encuentra por ahí gratis. Si puede, léalo en inglés. Es más chévere.

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