Compendio para hablar de hombres

Hace unos días El Chorro le daba la palabra a un colaborador para que hablara, como si de una ciencia se tratase, de los rótulos que usan los hombres para hablar de nosotras, las mujeres, y de cómo ellos se relacionan con el temido género opuesto. Pobres víctimas al acecho.

En días pasados también,  los medios denunciaban escandalizados el auge de la nueva modalidad de ´Ruleta Rusa´, compuesta por ingenuas niñas que se dejan penetrar una y otra vez si el azar las escoge, y de paso les da la oportunidad de ser  madres solteras. Con seguridad,  allá montadas y en medio del juego sexual,  hay más de una “perra”, una “zorra” y hasta una “loba” agradecida por recibir la invitación para participar.

Y sí, por un lado y con tristeza, hay que aceptar que algo de acertado tienen los estereotipos construidos en el artículo que proponía una taxonomía femenina. Valiente gracia ponerle palabras al imaginario criollo y por excelencia machista, con el que además muchas mujeres están de acuerdo. Por otro, a algunas no deja de dolernos el estar expuestas a la cosificación y la rotulación, aún cuando somos nosotras mismas las primeras en criticar a las demás como unas verdaderas ´machos´.

zorroEntonces, sin ánimo de explayar una mamertada cansada de defender nuestro género, acá les va la contraparte. Lo que les presento es un escueto intento por clasificarlos. Seamos realistas, una taxonomía femenina es una explícita obviedad; otra cosa es lograr rotular la masculinidad, comenzando porque “un zorro” es un personaje enmascarado con acento español, “un perro” es lo que muchas tienen de mascota  y “un lobo” es a lo que todo hombre debe asemejarse si sigue los consejos de la revista People, que dice que los preferimos peludos.

Pues bien, debemos partir desde un planteamiento básico: Todo hombre tiene como fin último tener sexo. Ahora, lo que definirá su especie será las estrategias, el lenguaje corporal y el discurso que utilice para logarlo. Según eso, hemos definido tres prototipos resumidos así: “el ñero”,  “él morrongo” y “ los princesos”. No se confíen, esto no es una ciencia, así que además de subjetiva, es peligrosa pues más de un escurridizo está parado con un pie aquí  y allá.

guisoHablemos de ´el ñero’ o ´el guiso´. Este personaje equivale a la ´loba´ por su vestimenta estrafalaria. Es el típico que tiene un nombre que excede la creatividad del español y sin excusa  alguna, es hincha a morir de un equipo de fútbol al que lleva tatuado en su cuerpo.  Este espécimen está convencido que logrará su cometido mandándote “besos encantados para toda una princesa de cuento”. De repente,  te has convertido  en  “su bebé”, “su osito de peluche” o cualquier otra melosería que coordina perfectamente con los mensajes de espera de Taxis Libres.  Su estrategia de conquista raya entre la colección de peluches y enormes pancartas Timoteo que hacen juego con las gafas oscuras para la noche y el pegote de gel.

Al ´ñero´ se le abona su permanente presencia de la que uno trata de safarse hasta el último momento, y con la que él no logra mucho más que un besito obligado. Que levante la mano la primera mujer que  no se marranearía a un personaje dispuesto a bajar luna y regalarla en pedacitos. Pues claro, si ellos proponen, uno dispone, jugando a seguirle la corriente pero sin darle muchas alas. Lo  siento querido ñero, estás mandado a recoger porque nunca podremos presentarte ante la familia, serás por siempre una mancha grande en el historial, o simplemente los encantos de otros tantos nos gustan más que tu adoración por Wisin y Yandel. Qué gracias.

sacoEl siguiente en la lista es ´el morrongo´;  ese que es dueño de la carita de  niño bueno, todo un santo que no mata media mosca, y en silencio y ahí calladito en el rincón, tiene a varias como ´arrocito en bajo´ y a otras cuantas llorando.  Este personaje tiene un gusto aceptable al vestir, es normal verlo con sacos cuello redondo de Shetland. Y es que la principal habilidad del ´morrongo´ es su poder de camuflaje,  pues así como se viste y pone carita de ángel pretendiendo ser  un tipo casual, “sólo un amigo”, cuando menos te lo esperas te estará rondando para hacerte la vaca-muerta. Pero claro, como han construido bien su fama, todos meterían las manos al fuego por él y jamás se lo imaginarían en esas.

El problema que tenemos con “los morrongos” es que enamoran y ahí, justo ahí, cuando ya tienen lo que querían, salen despavoridos dejándonos entusadas. ¿Y por qué habría de enamorar alguien así? La respuesta está en los encantos de todo un estratega que nos doblega con su fundamentada labia. Él ha aprendido a moverse sigilosamente,  está cuando debe estar y se hace extrañar cuando más cerquita pensábamos que estaba.  Está claro, un ´morrongo´ es tan peligroso como encantador  y todas, alguna vez, estaremos en sus garras porque nuestro instinto no está codificado para detectarlos.

preppyEn el último lugar están “los princesos”, los peores del montón. Piensen en un hombre que se sabe atractivo, en exceso guapo, su personalidad la ha desarrollado a partir de sus rasgos físicos. Las mujeres por su parte, se han encargado de adularlo y por eso, montado en el curubito, se cree la última Coca-Cola del desierto.

Ahora,  la única razón por la que una vieja con cerebro querría estar con un ´princeso´, uno con aires de grandeza y mirada por arriba del hombro, es para correr hacia sus amigas y mostrarlo como un trofeo. Y bueno, porque más de una caería ante sus encantos momentáneos, pues él es experto en dejar una muy buena primera impresión.

Describir su vestimenta no es tarea difícil  y con seguridad,  ya todas nuestras lectoras  lo tienen integrado en su cabeza. Camisa a rallas, mocasines o zapatos apache, saco amarrado en los hombros y colonia de marca, al estilo preppy.  No se confundan, no estoy hablando de un metrosexual. Pero como cenicienta, los encantos de príncipe azul se desvanecen una vez se establece una conversación larga en la que el tema no esté relacionado con su radio vital, sus viajes o últimas aventuras. Eso, si has logrado llegar a él porque sólo algunas, pasando por un duro filtro, merecen su atención. Sea como sea, una vez chequeado el objetivo se dejará adular por la siguiente y querrás abandonar la misión.

¿Ante todo este animalario qué le queda a una mujer del común? Lamento decirles, queridas lectoras, que no tengo la respuesta. Todas quisiéramos casarnos con un personaje que describimos como ideal y que en verdad es un ñoño con otros calificativos: juicioso, con una vida familiar ejemplar, noble, un niño de casa, exitoso profesionalmente, con un historial sexual medianamente decente, divertido, fiestero pero no en exceso… en fin. La mayoría de ellos, déjenme decirles, son gays. Quizás les estamos pidiendo mucho y habrá que seguir explorando. A quienes ya encontraron susodicho, que nos cuenten cómo sobrevivieron al zoológico.

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