Mitad y Mitad

Córdoba es la segunda ciudad más grande de la Argentina y está ubicada en el centro del país. Siempre reconocerán a un cordobés por su acento y porque, en mi opinión, son las personas más amables que se pueden encontrar en toda Argentina o por lo menos así me lo hicieron sentir Lucho, el novio de mi prima, y su familia.

Después de dos meses de viaje, había llegado a la mitad de mi travesía por Latinoamérica; había visitado Ecuador, Perú y Bolivia y estaba seguro de que era hora de tomar un descanso y un nuevo aire para continuar mi camino. Al pasar tanto tiempo entre hostales y buses, gente extraña y amistades que no duran más de un día, decidí buscar algo de familia. Un lugar donde pudiera sentirme a gusto y bienvenido, sin tener que estar pensando cuál sería mi próximo destino o dónde tendría que dormir la siguiente noche.

Una de las ventajas de tener una familia tan grande es que eres bienvenido en casi cualquier lugar del mundo y Córdoba no fue la excepción. Allí vive mi prima con su novio y, al contarles del viaje que estaba realizando, no dudaron un minuto en invitarme a su casa y recibirme por unos días.

Con ellos conocí la ciudad y sus alrededores, comí la mejor comida argentina, nos fuimos de “joda” y tomamos hasta donde pudimos. Pasar por Argentina sin haber probado un verdadero asado era como no haber pasado por Argentina, por eso Lucho y su familia nos invitaron una tarde a comer carne y a tomar Fernet, un digestivo de inmigrantes italianos transformado en un buen coctel.

No fue sino llegar a casa de mi prima para sentir los efectos de estos últimos meses de viaje.  Después de tanto tiempo la ropa ya no es la misma y, a decir verdad, yo tampoco.  Tanto tiempo caminando de un lugar a otro, van acabando con tu resistencia física y anímica. Empiezas a ver un lugar igual al otro y en ocasiones sólo quieres llegar al hostal para poder descansar. Tu ropa desgastada se empieza romper y te desespera el olor a usada que empieza a tener

Me llevo muchas cosas de Córdoba, el asado, el Fernet y el mejor choripán. Pero lo que realmente disfruté fue sentirme en familia otra vez; sentir que ya no tenía que seguir corriendo de un lado para otro y que podía tener un momento para descansar, ver televisión o leer un libro.  Entonces, después de una increíble experiencia en Córdoba, no me queda más que agradecer a mi prima y a todos los que nos recibieron en esta fantástica ciudad y, con algo más que ropa limpia, volver a tomar fuerzas para continuar mi camino por Latinoamérica.

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