Hollywood ¿a punto de cerrar el chuzo?

A las 2:30 p.m del 24 de Febrero la fila para entrar a la charla del estadounidense  Paul Schrader era monumental. Más de la mitad de los asistentes se quedaron por fuera y muchos otros tuvieron que quedarse parados en los pasillos del diminuto salón de conferencias del FICCI para oír al sabio anciano. Schrader durmió a uno que otro cinéfilo que probablemente estaba haciendo la digestión, pero el tono bajo y monótono de su discurso presentaba una crisis que ningún realizador de cine pudo ignorar: la industria cinematográfica que reinó durante el siglo XX ya murió… O bueno, no seamos tan pesisimistas, cambió drásticamente. El asunto es que aparentemente nadie tiene la nueva fórmula para hacer de este negocio uno exitoso.

Sin duda, uno de los atractivos principales de la última edición del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias fue la visita del guionista  de Taxi Driver, Toro Salvaje y La Última Tentación de Cristo.  Él, dueño de una tierna calva y papada y uno de los guionistas más importantes de los años 70 y 80, estuvo en  Cartagena  y no precisamente para  darnos consejos de cómo ser tan exitosos como él, aunque así lo prometía la programación.

En el siglo pasado, cuándo se quería hacer una película  algo así era lo que pasaba: aparecía un loco con un guión y se lo vendía a una productora. Si esa empresa compraba la historia, debía encargarse de conseguir el apoyo de los ricos o del gobierno para poder grabarla, editarla y distribuirla. Los presupuestos llegaron a ser multimillonarios y muchas veces la taquilla alcanzaba para cubrir los gastos y además tener una jugosa ganancia. En otras ocasiones no alcanzaba a dejar tajada pero un éxito lograba financiar otros proyectos. Hoy es disinto, “hoy la gente no va a los teatros, tienen un teatro en casa ¿yo para qué voy a ir a una sala de cine si desde mi cama puedo descargar una película y reproducirla en pantallas de alta definición y sonido envolvente?”. El negocio de los teatros se está acabando y no demoran en cerrar ese chuzo, confirmó Schrader.

Todo el cuento de la piratería, internet y derechos de autor ya lo conocemos. Protestas de indignados y mártires informáticos se robaron el show en CNN durante el 2012. El mundo iba a colapsar porque ya no podían ver gratis el final de temporada de Grey’s Anatomy por Megaupload. Ahora, detrás de todo el show mediático y de los apuntes de Schrader están  los escritores, guionistas, músicos y artistas que se preguntan cómo podrán sobrevivir de su oficio.

Hablar de esto en medio de un festival que ofrece talleres, proyecta más de 140 películas, trae invitados y contacta a productores con guionistas, parece un sabotaje. Mientras la organización del FICCI celebraba y reconocía el visible aumento de la producción cinematográfica en Colombia, desde Estados Unidos llegaba una vieja leyenda a decir que  allá ya no saben cómo vivir del buen cine: “En aquellos tiempos, en los 70, la crisis del cine era de contenidos. Hoy la crisis es de formato” sentenció.

Para él, las historias de drama y tragedia ya no caben en el cine. Aún se pueden producir comedias light, espectáculos de acción y películas infantiles y seguir generando ganancias. Pero las historias dramáticas han ido migrando hacia la televisión. En Estados Unidos series como Breaking Bad, Mad Men, Boardwalk Empire, Grey’s Anatomy, The Wire entre muchas otras, demuestran que los mejores guionistas, actores y productores se han trasladado a la pantalla chica. El espectador, según Schrader, se engancha mucho más fácil, desde su hogar, a un drama contado en varios capítulos que a dos horas y media sin interrupción. La televisión parece ser  nuestra Scheherezade, dejándonos en suspenso cada noche.

Sin embargo, Schrader no se ha rendido y confesó que después de varios proyectos fallidos decidió reunirse con el escritor Bret Easton Ellis (American Psycho), y producir una película con un “micro-presupuesto” y utilizar todas las herramientas que están generando el cine “Post-Imperialista”, concepto que ambos incluyeron en el nombre de su productora independiente: Post-Empire Kickstarter.

Para reunir los fondos, abrieron cuentas en varios servidores de “Crowdfunding”,   esas páginas donde alguien pone un proyecto y los ricos desocupados donan plata con retornos tontos como salir en los créditos bajo el título de productores, recibir merchandizing de la película y en los casos más insulsos recibir entradas gratuitas y DVDs. Luego, Shcrader e Easton abrieron el casting por internet y terminaron contratando a James Deen, famoso actor porno de 25 años. Junto a él aparecerá Lindsay Lohan, por capricho de Schrader, y a quien le pagaron 100 dólares por día durante tres meses de grabaciones. Según el trailer de “The Canyons”, la película estará disponible en algún servidor de internet, y recientemente la distribuidora de cine independiente IFC Films decidió encargarse de la divulgación, estreno y distribución de este arriesgado proyecto.

Así, con un presupuesto de 250.000 USD – de los cuales Schrader, Ellis y Braxton Pope (productor) sólo pusieron 30.000 USD – se busca iniciar la producción de cine de la era post-teatral. No obstante, las críticas y revelaciones sobre el desastre que ha sido la producción, llevaron a Schrader a concluir que en este momento nadie sabe realmente cuál es el formato que se debe buscar para poder vivir del cine. Le corresponde a los cineastas contemporáneos y a los jóvenes buscar las estrategias para revivir una industria que está en decadencia.

Para ponernos un poco en el panorama y realmente entender la magnitud de esta crisis, acá están algunos datos: la industria del cine en Europa producía películas con presupuestos entre 4 y 70 millones de euros dependiendo de la calidad. Hoy en día esos valores son impensables y si una película llega a los 10 millones es una proeza. En promedio las producciones están entre los 700 mil y los 4 millones, pero cada día son más las que trabajan con presupuestos  pequeños. En Estados Unidos la realidad es algo distinta, en algunos casos los presupuestos  aún llegan a 100 millones, pero cada día son menos los estudios que apuestan por películas llenas de efectos especiales que han venido convirtiéndose en fracasos,  como el caso de Spiderman 4.  Con el paso del tiempo, son más los que apuestan por películas de presupuestos menores como The Impossible (a pesar de ser producida en Cataluña tiene similitudes presupuestales holliwoodenses), que llegó a los 30 millones.

Es evidente que dejar esta crisis en manos de las productoras industriales de cine, que han demostrado su rechazo al cambio, sería una estupidez. Es clave que si queremos que el buen cine siga llegando a nuestras pantallas (sean de teatros, televisores, computadores, tablets o lo que sea) los aspirantes a cineastas empiecen a preguntarse cosas como: ¿cómo utilizar el poder de la tecnología actual? ¿qué historias funcionan para la era post-teatral y a qué mercados deben enfocarse? ¿Cuál es el nicho que puede comprar la película? ¿Cómo se pueden utilizar otros medios para producir nuevos formatos y nuevas historias? ¿Será  suficiente el cine o en cambio,  es necesario expandir un poco la producción?

Así las industrias del cine, la música, los libros y la información lloren, pataleen y paguen por leyes anti-piratería, la verdad es que  quienes escriben ya no se pueden limitar al consumidor de internet. El mundo sufrió un  cambio radical en dos décadas y pocos dieron los primeros pasos para adaptarse. El resto está sufriendo ahora las consecuencias y el golpe los dejó aturdidos ¿qué se puede hacer frente a la democratización de la información y el entretenimiento? Habrá que ser tan versátiles como los espectadores digitales.

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