Quito

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Primer día

El viaje empezó a las carreras.  Me levanté tarde para salir al aeropuerto debido a que la noche anterior no había podido dormir a causa de la ansiedad que me producía imaginarme todo lo que podía llegar vivir durante los próximos meses.  A  pesar de los inconvenientes, logré llegar justo a tiempo para encontrarme con mi novia, tomar el avión y salir con rumbo a Quito.

Alrededor de las 11:00 ya estábamos en la capital ecuatoriana. Habíamos reservado un hostal en el centro,  así que tomamos el transporte en el aeropuerto y  salimos para allá. En el recorrido, mi primera impresión fue que era una ciudad muy parecida Bogotá, tal vez porque solo llevaba dos horas de haber llegado.

Ya en el hostal lo primero que hicimos fue salir a buscar dónde almorzar. Queríamos algo típico, y después de caminar unas cuadras encontramos el mercado. Siempre eh pensado que es en esos lugares en los que se come la mejor comida local. Allí nos atendió “Michita”, la dueña del local, que no dejaba de hablarme en un inglés bastante difícil de entender y yo, al parecer,  le respondía en un español que ella tampoco entendía porque no dejaba de ofrecerme platos en inglés. Por poco no logro pedir nada de comer.

Finalmente pedimos sopa de papa y corvina. La comida estaba deliciosa.  Ya comidos estábamos listos para salir y conocer el centro.  Las calles y balcones coloniales me acordaban al centro de Bogotá, aunque  estas eran mucho más espaciosas. Por la mitad las atravesaba el “Trole” -el medio de transporte de la ciudad-. Recorrimos varias de sus plazas y museos, y lo que más me llamó la atención fue la gran cantidad de iglesias que pudimos encontrar, de diferentes y variados estilos arquitectónicos, góticos o barrocos, de los que les puede hablar mejor mi novia que yo.

Aunque no es de sorprenderse que exista una fuerte influencia católica en las ciudades latinoamericanas,  me llamó la atención que al interior de las iglesias se pusieran tantas banderas nacionales y que se mezclaran los símbolos de la iglesia con otros indígenas.

Dejando de lado la clase de historia, volvimos al hostal y nos recogieron unos amigos para ver el atardecer en “el Panecillo”, un pequeño cerro que mira hacia Quito y en el que se encuentra la Virgen de Quito. Después de perdernos durante varios minutos, finalmente llegamos a la Virgen y nos tomamos un canelazo, que por cierto, es mucho más rico que el que tomamos en Colombia.

Esa noche  nos llevaron a la Plaza Foch, una zona de restaurantes cerca al centro,  y comimos fritada.  Venía con cochino, mote (maíz en granos), plátano con queso y una deliciosa cerveza Pilsener . Así terminó mi primera noche en Quito.

Segundo Día

La mañana del segundo día estuvo muy tranquila. Ninguno de los dos había dormido muy bien la noche antes del viaje, así que aprovechamos para reponer el sueño y recuperar energías.

Nos levantamos tarde en la mañana, desayunamos en el hostal, que tenía una vista increíble del centro, y salimos a dar una vuelta y tomarnos algo. Casi a las 12:00 recorrimos la calle Amazonas y en la misma plaza Foch del día anterior nos volvimos a encontrar con nuestros amigos, con los que fuimos a  dar un paseo por el norte de Quito.

Para el almuerzo nos llevaron a Cumbaya, un pueblo a las afueras de Quito que queda en un valle, por lo que es un poco más caliente que la capital. Allá comimos hornado, (un plato de cerdo parecido a la lechona) con maíz, plátano y ensalada.  De postre, helado de paila.

Ya entrada la tarde nos llevaron a tomar Zumir. El Zumir es el trago ecuatoriano por excelencia y a primera vista parece aguardiente o vodka, pero al probarlo sabe muy dulce, no se le siente el alcohol y uno puede tomar hasta quedar ebrio sin darse cuenta. Tal vez una de las mejores experiencias que tuve en Quito fue cuando nos llevaron a tomar Zumir en un sitio al que llaman Springfield, que se parece a la planta atómica de los Simpsons y en el que se sientan  a tomar hasta que se hace de noche.

Finalmente nos quedamos hasta que se hizo de noche y volvimos al hostal. Mañana salimos a primera hora para el Cotopaxi. Ya veremos qué nos espera.

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